...
...
Así que, domingo, y me despierto casi mas pronto que cualquier día de trabajo, lleno mi mochila de sol para que me caliente la mañana, y con mi "nueva" lumix, me lanzo a la carretera, que está como para disfrutar cada kilómetro que tengo que hacer hasta llegar a Madrid, no hay apenas coches, nada de atascos, y sin darme ni cuenta ya estoy pasando por San Francisco, puedo hasta elegir hueco para dejar el coche.
....
Mi primera y obligada parada, por necesidad y costumbre, es San Millán, quién se puede resistir a un buen café mañanero y... sí, unos churros, sé que no puedo permitírmelo por muchas razones, pero es domingo y estoy en el Rastro, pa'lante...
....

La Ribera de Curtidores y con todo el esfuerzo cargado en mis ganas llego a la plaza del Campillo Mundo Nuevo, todavía desperezándose de otra larga noche de charlas y botellones, empujando mis piernas subo por Carlos Arniches hasta la Plaza del General Vara del Rey, donde ya empiezan a bullir los puestos de viejo, aquí todo vale para sacar a la calle y algunos madrugadores ya revolotean al olor de lo antiguo.
.....
Sigo por Lopez Silva hasta la de Toledo, donde tengo una visita inexcusable a La Paloma, que a estas horas, todavía lo están preparando para recibir a los paseantes deseosos de sus gambas y vermú, me acerco hasta la Fuentecilla, cruzo hacia la calle del Humilladero para atravesando la de Oriente, llegar hasta Tabernillas, sabía que Tomás estaba cerrado, pero... me trae muy buenos recuerdos de amigos queridos y que hace tiempo
que no veo. Salí de Tabernillas a la Puerta de Moros, donde de cara a San Francisco, me despedí temprano pero con una sensación de plenitud que ya tuve que dejar colgando de mis bolsillos, llenos de tantas cosas reconocidas que había ido metiendo durante la mañana.
Hace un año, mas o menos, y mirando al pasado, realicé el periplo que solía hacer por el Rastro, ayer mi alma que se despertó insatisfecha y porqué no decirlo, un poco tontorrona, me pidió que volviera a darle otro paseo por esa zona de tan buenos recuerdos, pero sobre todo, que consigue alegrarme cualquier mal momento.
........
....
Empiezo mi paseo, cuando todavía están montando muchos puestos, sé que ésta no es la verdadera esencia de la zona, el Rastro hay que sentirlo con empujones, con su olor que casi se saborea, pero me apetece pasearlo con calma, muy despacio, me paro cada pocos pasos, estoy llenando mi saco, me encuentro en Cascorro con Eloy Gonzalo que se deja despertar por los improvisados compases de un músico del cristal.
.........
Yo lo sé, una vez al año no hace daño y me da alegría, por eso siempre vuelvo.